Este escrito nos llegó por vía interna a nuestro facebook Voz Ciudadana Noticias, la autora prefiere mantener su nombre en reserva debido a lo complejo del tema pero desea dar a conocer aquellos momentos que debió sortear luego de sufrir una agresión sexual en la calle con la esperanza que otras mujeres sepan que no están solas.
No habían pasado 24 horas aún de “EL EVENTO”, cuando ya había tenido que responder por lo menos 3 veces a las preguntas más incómodas de mi vida; ¿Por donde te lo metió? ¿Acabó adentro o afuera? ¿Como te estaba agarrando? ¿Me podrías repetir los acontecimientos? ¿Ibas drogada? ¿borracha? (ah, te habías tomado dos cervezas, entonces ibas en estado de ebriedad… ¿Ibas vestida con ‘shores’ (sic) o falda?)
Mientras intentaba responder todo lo que podía recordar, una y otra y otra vez, me preguntaba por qué Carabineros de Chile no era capaz de grabar la primera declaración y pasársela unos a otros
-Oye, ya respondí eso antes y quedó escrito, no podrías leer la declaración de tu compañero y dejar que me vaya? – Le rogué al tercer carabinero que venía a tomar declaración (Todos hombres, por cierto.) – Quiero limpiarme.
– No te puedes limpiar, necesitas ir al servicio médico legal primero a constatar lesiones. ¿Cómo me dijiste que era el tipo? ¿Le viste la cara? ¿Por dónde te agarró?
Y así continuaron hasta que terminé con la tercera declaración, escrita a mano, en un papel que ni siquiera alcanzaba la categoría de apunte de colegio. Recuerdo que, de los tres, el segundo me dijo que no entendía la letra del primero, y el tercero me respondió que tenían que pasarlo en limpio y ver si coincidía el testimonio anterior (con unas horas de diferencia entre cada uno y un ataque de pánico de por medio)
Luego de las declaraciones, me mandaron (sin traslado ni nada, solo unas indicaciones vagas) al servicio médico legal, donde me introdujeron un cotonete gigante por la vagina y me dieron un montón de indicaciones que ahora no puedo recordar. Pasaron realmente muchas horas antes de que pudiera meterme en una ducha y llorar tranquilamente. Sin mas preguntas, sin mas gente mirándome con cara de incredulidad, sin más reproches. Toda mi ropa se fue a la basura y solo sentí el agua correr por mi cuerpo una… dos… tres… cuatro… cinco… y hasta diez interminables duchas; Porque por mucho que quisiera, solo estar 10 minutos afuera del agua me generaba un asco inmenso.
El proceso de los meses siguientes fue aún peor; tuve que asistir a varias sesiones ginecológicas auspiciadas por el gobierno, razón por la cual el hospital del salvador aún me da ganas de vomitar. En estas sesiones había una división de estatutos muy establecida: embarazadas con pareja, embarazadas solteras, prostitutas visa platinum, violadas, prostitutas cuentarut; ahí estábamos, todas mujeres mirándonos unas a otras, sentadas en banquitas de madera donde logré enterarme de las comisiones de algunas Colombianas que me hicieron considerar el cambiar de carrera. Luego, una cantidad interminable de pastillas, que evitaban enfermedades venéreas pero que a cambio te daban mareos, vómitos, jaquecas, y el recordatorio por alarma de que nada volvería a ser lo mismo. Hice una denuncia inútil, a la que terminé por desistir debido al poco tacto de la justicia Chilena para llevar el tema a cabo; no podía soportar dar una sola declaración más, y que alguien me volviese a mirar como si mi confundido testimonio no coincidiera con el anterior.
Un día, estaba acostada y alguien afuera tenía la tele prendida, y el noticiero anunciaba que habían encontrado al culpable e iniciado el juicio. Mencionaron un número de víctimas – que no recuerdo – y pensé en ellas y cuál sería la historia de cada una. Pensé en las que, como yo, retiraron la denuncia. Pensé en que tendría que callarme para siempre, porque decir “agresión sexual en la vía pública” es la forma más rápida de llamar al morbo. Pero sé que hay mujeres y niñas que necesitan saber esto, necesitan escucharlo; Hay muchas más que lo hemos pasado. Y no estas sola, porque hay un abrazo gigante de protección para ti, hay muchas que estamos dispuestas a escuchar tu historia, cuando estés lista para contarla. Y lo hemos superado. Nos aferramos a la cuerda floja, bailamos sobre ella, y estuvimos a punto de caer un millón de veces, de rendirnos, de odiarnos. Muchas nos miramos al espejo con desprecio por mucho tiempo, y hoy… Hoy le hemos ganado en peso al prejuicio, al dolor, al miedo y a la sociedad. Y mañana tú también lo harás.
Esta no es mi historia, es solo una página, un capítulo de todo lo que soy. La vida continúa.
Con amor, C.
Foto: Flickr Pablo Fernández